Hace más de dos años publiqué este artículo en un blog hoy desaparecido. Lo rescato. ¿Merece la pena el trámite de firmar tus obras en cualquiera de las ferias librescas que funcionan por España? ¿Significan de verdad un contacto directo con los lectores, o solo provocan dolor de muñeca al sufrido autor?
Con la feria del
Libro de Madrid mantengo una relación de amor-odio discontinua. Discontinua
porque no soy asiduo. Como comprador prefiero visitar una buena librería antes
de caminar varios kilómetros, entre muchedumbres compulsivas que llenan bolsas de papel con los folletos que recogen en
cada caseta. Apuesto a que la recolección de folletos es muy superior a la compra
de libros.
Como escritor siento
cierta compasión al ver a tanto autor estabulado en apenas un metro cuadrado de
superficie. Da igual que genere expectación masiva, o que espere con
resignación a que alguien desconocido le pida que estampe su autógrafo. Puede suceder
que los familiares y amigos convocados al evento acudan a comprarle lo que
generalmente le piden gratis.
Hablo con
conocimiento: me han estabulado en dos
ocasiones a lo largo del tiempo. La primera en 1991. Acababa de publicar “La
guía del perfecto tramposo en la empresa” con Ediciones Tutor, una de las pocas
editoriales con las que he mantenido buena sintonía. Revivo dos imágenes como
si fuera ayer. Hacía un calor infernal y yo había cometido el absurdo error de
vestir ropa de invierno. En plenos sudores aparecieron dos primas mías a
quienes no veía desde la niñez. Habían escuchado mi nombre por megafonía y
acudieron arreboladas para consolar al acalorado primo escritor.
No repito hasta
2014, justamente el año pasado. Dos semanas antes de la feria se me ocurre que
sería bueno acudir para promover tres de mis novelas: las dos policiacas del
comisario Valdeón y “El escritor caníbal”. Con una celeridad que me sorprende a
mi mismo, convenzo a un editor amigo para que haga una tirada express, y conecto con una distribuidora
que me presta el sucinto espacio donde estirar los codos. Una tarde agradable
de la que reproduzco testimonio gráfico. Se ve a un amigo de mi hijo Nacho,
cámara de televisión como él, filmando un video que subí a youtube. Todo tan instantáneo como exigen los nuevos tiempos. A
destacar el espléndido flequillo que luzco en la imagen, a juego con el poblado
bigote.
Antes di una
vuelta por la larga avenida en cuyas dos orillas se prolongan las casetas. Rememoro
una cola larguísima frente a una escritora de verdad, Almudena Grandes. Y otra,
nutrida por nerviosas adolescentes, frente a Blue Jeans, autor mediático cosechador de trending topics (realmente se llama Francisco de Paula Fernández, y
es de Carmona).
Mi primer
encuentro y/o desencuentro con este asunto ferial se remonta a 1972, si no me
engaña la memoria. Trabajaba entonces en el semanario Blanco y Negro como redactor todoterreno. Me encargaron un
reportaje sobre la feria. Entre otros hitos referí que el ensayo “La función del orgasmo”, del psicoanalista
freudiano Wilhem Reich, estaba entre las obras más vendidas según las
estadísticas oficiales. Así se publicó.
No podéis imaginar la que se organizó en la
editora de ABC, empresa monárquico-franquista entonces y conservadora hasta
el tuétano. Pertenecía a la familia Luca de Tena. Fui severamente reprendido por director
y subdirector.
«Arriba —señalaban
al techo artesonado— consideran inconcebible que la palabra orgasmo aparezca en esta revista».
Se
percibía el apuro cuando la deletrearon. Me dijeron que la reprobación más dura
había partido de María Luisa Luca de Tena, señora a quien jamás tuve
oportunidad de conocer pero con gran poder en las alturas. Era costumbre que la
clase aristocrática no se mezclara con la plebe redaccional a sus órdenes. Por ello utilizaban emisarios
para transmitir sus quejas.
Deduje que la dama ignoraba lo que era un
orgasmo en la práctica y, por ello, confundía el término con alguna expresión
pornográfica. Pasado el sofoco resultó que mi reportaje obtuvo un premio
otorgado por la Feria del Libro. Consistía en un paquete voluminoso de obras
más o menos descatalogadas. Entre ellas una monografía sobre las células
humanas sin ninguna referencia al orgasmo.
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