Haciendo limpia en los modernos cajones que son los archivos informáticos, encuentro este artículo. Quedó sin publicar en uno de esos blogs comunitarios que aparecen y desaparecen a la velocidad de la luz. Lo rescato, dándole nueva vida.
Más de un lector sabrá
definir con precisión qué es la novela histórica. Yo me pierdo en la búsqueda
de sus características. Lo explico. Ignoro, por ejemplo, en qué punto un libro
sobre hechos o personajes históricos puede considerarse novela o ensayo. Novela
es ficción, dicen, pero resulta que todos los ensayos o tratados históricos —no
ficción, se supone— se han escrito con mirada subjetiva, con datos que no
siempre son fiables y, en su mayor parte, contaminados por los
prejuicios del autor.
Si
además damos por cierto que la historia la escriben los vencedores, ocultando
lo que no conviene a su ideología o intereses, llego a la conclusión muy
personal de que todo lo que tiene que ver con la historia es pura ficción. Sin
ánimo de ofender creencias —y mucho menos de provocar reacciones
fundamentalistas— me permito opinar que tanto los Evangelios como el Corán son
novelas que describen unos hechos y una época. Y que fueron escritas muchos
años después de que sus protagonistas murieran, con lo cual se permiten todo
tipo de licencias. Sin olvidar que ambas son obras de adoctrinamiento.
La salud del alma
Abandonaré
estos berenjenales para centrarme en una novela histórica que leí de
adolescente. Cuando devoraba la biblioteca familiar. Había de todo. Desde la
novela romántica a la policiaca, pasando por la costumbrista. Todas ellas
dentro de la ortodoxia del momento, cuando la férrea censura de la dictadura
prohibía a los españoles el acceso a tantos autores considerados peligrosos
para la salud del alma.
Entre
aquel cúmulo de novelas me viene a la memoria una, precisamente histórica: Sinuhé el egipcio,
del escritor
finlandés Mika Waltari. Se publicó en 1945, recién terminada la guerra mundial
que segó millones de vidas y provocó el auge de la filosofía existencialista.
Los intelectuales europeos se interrogaban sobre el absurdo de la existencia y
Waltari participa del pesimismo en este relato sobre el Egipto de los faraones.
No sé si una relectura actual me desilusionaría. En aquellos años yo no tenía
la menor idea de quién era el autor, y creo que no capté del todo la ironía y
el humor soterrado que impregnan la novela. Simplemente me la bebí en una horas
intensas.
Reproduzco
un fragmento:
«Yo, Sinuhé, he visto a un hijo asesinar a su padre en la esquina de una
calle. He visto a los pobres levantarse
contra los ricos, los dioses contra los dioses. He visto a un hombre que había
bebido vino en copas de oro inclinarse sobre el río para beber agua con la
mano. Los que habían pesado el oro mendigaban por las callejuelas, y sus
mujeres, para procurar pan a sus hijos, se vendían por un brazalete de cobre a
negros pintarrajeados».
Toda
una síntesis del mundo antiguo. Podría aplicarse a las crisis económicas de
todos los tiempos y también al devenir de nuestras vidas, carente de lógica.
Los adictos a Blade runner,
reconocerán que la descripción tiene más sentido que esa frase tan
sobrevalorada de la película basada en la obra de Philip K. Dirk, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?:
«Yo... he
visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de
Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de
Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la
lluvia. Es hora de morir».
Sinuhé es un médico que
consagra su vida a ayudar a los pobres en la ciudad de Tebas. Como individuo
contradictorio no renuncia a los placeres de la vida y cae en las redes de la
hermosa prostituta Nefer-Nefer. A partir de ahí cambiará su vida. No cuento más
por si queréis leerla. En 1954 Hollywood hizo una superproducción con el título The egyptian. El excelente director
Michael Curtiz (Casablanca) cumplió
el encargo con oficio. El film se resiente de un reparto desequilibrado y apuesta
por el espectáculo. Apenas queda rastro de los conflictos que atormentan al
personaje.
Waltari
no solo escribió novela histórica. Es un autor de gran calidad hoy olvidado.
Nada que ver, lo siento, con los superventas actuales de novela más o menos histórica.
Alumnos de Pérez Reverte o, peor aún, de
Dan Brown y sus códigos multiuso.
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