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domingo, 19 de febrero de 2017

Vivir sin ella


Gracias por permitir que le cuente mi historia, de amor auténtico aunque usted opine lo contrario. La conocí como se suele conocer a la persona con quien anhelas compartirlo todo hasta que la muerte os separe. Por puro azar. 
Yo había quedado con un tipo a tomar unas cervezas en un pub, que aparece en el libro de los récords por el mayor número de marcas importadas. Me gustan las belgas con cuerpo, aromáticas. Mi amigo prefería las rubias alemanas suaves. Me refiero a las cervezas, no a las mujeres, usted me entiende. 
La mujer de mi vida estaba sentada en un taburete junto a la barra. Cosa rara, bebía una copa de vino tinto. Como mi amigo se retrasaba, no tardamos en entablar conversación. Me dijo que aborrecía la cerveza. Su padre sufrió de gota a causa de un exceso de ácido úrico.

Nos descubrimos como dos espíritus solitarios pero no insolidarios. Que tuviéramos opiniones opuestas, tanto sobre bebidas alcohólicas como sobre la vida en general, no fue un obstáculo sino un aliciente para empezar a salir. Hasta que alquilamos un apartamento pagado a medias. Por cierto, olvidaba decirle que el colega no acudió a aquella cita.  No hemos vuelto a vernos. No trago a la gente informal.
Seguro que usted sabe, por su gran experiencia, como la vida nos sorprende con giros inesperados.  Una noche se resistió a mis caricias. Era la primera vez en dos años y pico. Estoy cansada, me dijo, y se dio la vuelta en la cama. Tanto la quería que me pegué a su espalda. La besé en el cuello, confiando en despertar su deseo. 
No lo conseguí. Muy al contrario, se deshizo de mi abrazo con brusquedad. Ya no te quiero, susurró. ¿Has conocido a otro?, pregunté a punto de llorar. Eso es lo de menos, respondió, lo importante es que no puedo seguir contigo.
Nunca he soportado el desprecio. Ni de niño ni de hombre. Mucho menos de la mujer a quien más he amado. La humillación libera mis peores instintos.
Por eso la he matado, señor juez. Porque no podía vivir sin ella.









2 comentarios:

  1. Qué bueno. Y qué fría la declaración, como se espera de alquien como el pesonaje.
    Mis felicitaciones, Jules.

    Rafael

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  2. Muchas gracias, Rafael. A ver si cae la breva.

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