Mi padre, superados los traumas de la guerra, ha vivido mejor de lo que
viviré yo a partir de ahora. Hasta que comenzó su decadencia, ha hecho más
agradable la existencia a toda la familia.
No lo envidio, ni deseo morir sufriendo una agonía como la suya. Prefiero
pensar en los buenos tiempos. En Miraflores.
Durante unos cuantos años mi padre alquiló en este pueblo de la sierra un
chalé muy amplio. Cumplió su sueño de patriarca. Reunir a sus hijos y a sus
parejas —enseguida a los nietos—, durante las vacaciones y muchos fines de
semana. En ese tiempo nacieron mis hijos y mis sobrinos. Una experiencia en
común que recordarán para siempre como la hermosa infancia perdida.
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