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jueves, 2 de noviembre de 2017

DE LA PEPA A LA MONTSE























“Me planteo superar el cotilleo institucional buscando soluciones con altura de miras a largo plazo. O, lo que es lo mismo, proponiendo una reforma de la Constitución que satisfaga a todas las partes”

Dado que los lectores pueden consultar firmas menos insolventes que la mía sobre el conflicto hispano-catalán, voy a procurar eludirlo. No creo que lo consiga. Es asunto adictivo. No se habla de otra cosa en los mentideros.

En las peluquerías de barrio las clientas discuten las repercusiones del artículo 155, mientras Hola!  y Diez minutoslanguidecen sobre las mesitas de melanina. Sálvame Deluxe se hunde en la 5 y se disparan los Objetivo Cataluña en la 6. La eficacia comunicadora del matrimonio Pastor-Ferreras ha relegado al olvido las tribulaciones amorosas de Belén Esteban. 

Sólo un tórrido romance de la mediática escritora con Gabriel Rufián recuperaría las audiencias.

Por si fuera poco, Bertín Osborne prepara un programa especial, subtitulado, de Tu casa no es la mía. Puigdemont y Junqueras cocinarán un suquet de peix al limón y al alimón. Si las circunstancias lo exigieran, el plató se montaría en Soto del Real con los Jordis en la sobremesa.

Total, que me planteo superar el cotilleo institucional buscando soluciones con altura de miras a largo plazo. O, lo que es lo mismo, proponiendo una reforma de la Constitución que satisfaga a todas las partes. 

—Craso error —me espeta el profesor Metodio Jodorowsky por el móvil—. Tal reforma ha de contentar exclusivamente a los independentistas catalanes, si queremos vivir los próximos cuarenta años en armónica convivencia dentro de lo que cabe. 

—¿Satisfacer a una minoría en detrimento del resto del Estado español? —replico estupefacto. 

—¿Para quiénes, si no, se pretende reformar la Carta Magna? —apunta este experto en reformas, reparaciones y rehabilitaciones a precio módico—. En consecuencia, los términos España y español han de eliminarse en el nuevo texto sin contemplaciones. 

—Ya me dirá cómo, profesor —contesto.

—Al igual que a la Constitución de Cádiz en 1812 se la conoce como La Pepa,y todos sabemos de qué va, no cuesta nada llamar La Montse a la próximaUna concesión mínima en pro de que los independentistas se sientan a gusto en el Estado Plurinacional y olviden de una vez por todas los agravios de 1714.   

—Algo que me gusta de La Pepa —apunto— es el siguiente párrafo: “El amor de la Patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles y, asimismo, el ser justos y benéficos”. 

—Muy bonito. Podría recuperarse en La Montse con algunos retoques —accede Jodorowsky—. Por ejemplo: “El amor a las distintas patrias es una de las principales obligaciones de los ciudadanos y ciudadanas y, asimismo, el ser justos y justas, y benéficos y benéficas sin pasarse y sin herir nunca los sentimientos identitarios de los catalanes y de las catalanas independentistas”. 

—¿No nos estaremos pasando de condescendientes?

—Si prefiere una balcanización de la trifulca, bombardeos indiscriminados de la OTAN, y a Messi en el París Saint-Germain F.C., dejemos las cosas como están, Julius...

—Me retracto. ¿Y cómo conseguimos que funcionen los artículos que no se cumplen en la actual Constitución?

—Habrán de ajustarse las normas a la realidad. Termino, porque se me van a quemar las pierogi ruskie, perdón, las empanadillas de queso y patata. Por ejemplo, el derecho al trabajo y a una remuneración suficiente ha de convertirse en la obligación de que las oficinas de empleo contesten, en el plazo máximo de 24 horas, que “no hay nada para usted”. 

—¿Y el derecho a una vivienda digna y adecuada? —pregunto antes de que se escaquee.

—Aquí hay que dar cancha a la CUP, con el fin de que se integre ilusionadamente en el nuevo proyecto. El derecho constitucional a la okupación terminaría con el problema por los siglos de los siglos.

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