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jueves, 9 de noviembre de 2017

OPERACIÓN GATOPARDO





















Si queréis que todo siga como está —dijo La Voz—, necesitáis que todo cambie. Y que sea lo antes posible. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría asintió. Los asesores asintieron. Y se convocaron las elecciones del 21-D

No sé si refleja un deseo de concordia por parte de Mercadona, El Corte Inglés y otras grandes superficies, o más bien una estrategia de marketing. El caso es que los productos navideños ocupan desde hace semanas espacios muy visibles en sus pasillos. 
En esta línea de anticipación a las fiestas más entrañables, el Gobierno del Partido Popular nos ha hecho un regalo: las primeras elecciones que se recuerdan en pleno mes del amor fraterno. Se comenta que la idea ha partido de Soraya Sáenz de Santamaría, o quizás de alguno de sus variopintos consejeros. 
Pero la realidad ha sido distinta. Me la ha filtrado alguien que desea preservar su identidad y que estuvo presente en la cocina donde se guisa la alta política.
La decisión se habría producido en Moncloa, cuando se agotaba una tormenta de los cerebros que asesoran a la superministra. Trataban de buscar una salida al embrollo que todos ustedes conocen. Pero el debate se acaloraba sin llegar a resultado positivo alguno. 
Entonces una voz se alzó sobre la trifulca. No brotaba de ninguno de los allí presentes. Parecía surgir del techo como suelen hacerlo las consignas divinas.
—Si queréis que todo siga como está —dijo La Voz—, necesitáis que todo cambie. Y que sea lo antes posible.
La vicepresidenta asintió. Los asesores asintieron. A partir de tan sabia advertencia se ha iniciado una operación que, por vez primera en los últimos meses, ha conjugado los intereses de constitucionalistas y segregacionistas. 
Me refiero a los que mandan, porque la ciudadanía sigue a lo suyo: participar en manifestaciones multitudinarias a ver quién la tiene más grande (la bandera), y ver los telediarios con el alma en vilo, al tiempo que atiborran la despensa y el congelador por aquello de las guerras civiles.
Ese alguien que desea preservar su intimidad, me cuenta que la Operación Gatopardo se desarrolla con fluidez. Presuponiendo que las elecciones del 21 de diciembre no van a significar un vuelco significativo en el reparto de escaños. 
Si así fuera, una de las partes saldría perjudicada y no se trata de eso, sino de mantener el statu quo y que la gente sencilla siga creyendo que con su voto va a modificar la Historia. 
—Los políticos tienen mucho que perder y tontos del todo no son —explica mi confidente—. Siempre habrá independentistas insobornables, dispuestos a sacrificar sus ideales para que la cuestión se aplace unas cuantas décadas. Quizás unos cuantos siglos. Siempre habrá, por el otro lado, constitucionalistas con manga ancha y buenas tragaderas. Dinero no va a faltar para ablandar a unos y a otros. 
—¿En qué basas la teoría del aplazamiento? —pregunto a través de la mampara que aísla nuestras confidencias.
Nos hemos citado, precisamente, en los servicios públicos de un centro comercial. El murmullo del agua en las cisternas contribuye a que nuestra conversación no pueda ser escuchada con nitidez por algún alma cándida y sentimental.
—En que existe una tradición tan sagrada como la navideña en este toma y daca —responde.   
Y a continuación desgrana:
—A cada gatillazo, su héroe nacional. Pau Claris, 1640. Baldomer Lostau, 1873. Francesc Macià, 1931. Lluís Companys, 1934. Carles Puigdemont, 2017. Al final, todo se resuelve con una calle, una plaza, una estatua…
—Igual tienes razón —reconozco mientras tiro de la cadena.
Luego entro en la sección de informática y pido el videojuego interactivo que lo va a petar en las próximas festividades. Se llama ¿Dónde está Puchy? O sea, la puesta al día del mítico ¿Dónde está Wally?
—Agotado —me dice la dependienta—. Si quiere se lo reservo .
Y eso que cuesta 155 eurazos…

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