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jueves, 28 de diciembre de 2017

REDES INSACIABLES

















Si quieren comprobar lo que sienten por ustedes sus followers de Facebook, escriban este post en su muro: "Me han pegado un tiro 
en el vientre y me estoy desangrando". No imaginan la cantidad de "me gusta" que van a cosechar

En estas fiestas entrañables quiero que mi crónica sea un mensaje de paz, un texto ajeno a las turbulencias socio-político-económicas. En aras a la concordia, renuncio a hurgar en las heridas abiertas por el conflicto entre España y el resto de Cataluña. No se preocupen los lectores que aprecian mis absurdos análisis sobre la materia. 

El procés seguirá y seguirá, tan repetitivo como el día de la marmota. Tenemos carraca navideña y posnavideña para unos cuantos siglos. 

Prefiero centrarme en un fenómeno integrador: aquel que enlaza a los hombres, a las mujeres y, sobre todo, a los niños, superando fronteras y control parental: las redes sociales. ¿Podríamos existir sin ellas? 

¿Cómo han podido sobrevivir sin teclado electrónico el homo y la mulier sapiens durante, más o menos, 30.000 años? ¿Qué hacían en sus ratos de ocio las familias austrolopitecas, luego de desollar un oso y comérselo crudo? 

No tengo la menor idea, pero sé lo que sucedería si una red como Facebook se extinguiera, al igual que lo hicieron los neandertales dando paso a generaciones humanas con dos dedos de frente. 

Como en el ciberespacio no hay copyright, fusilo un post que muestra hasta qué punto influye en nuestros comportamientos el citado social networking. Se titula "Haciendo amigos sin Facebook". 
"En este momento, estoy probando a hacer amigos fuera de Facebook... pero aplicando los mismos principios. 

Para ello todos los días salgo a la calle y a los que pasan los acompaño unos metros y les explico lo que he comido, como me siento, lo que hice ayer, lo que voy a hacer más tarde, lo que voy a comer esta noche y más cosas. 

Les entrego fotos de mi mujer, de mi hija, de mi perro, mías en el jardín, en la piscina, fotos de lo que hacemos en los fines de semana... 

También camino detrás de las personas a corta distancia, escucho sus conversaciones, luego me acerco y les digo que lo que escuché "me gusta", les pido que desde ahora seamos "amigos", y también les comento algo sobre lo que les escuché decir. Más tarde comparto todo eso cuando hablo con otras personas. 

Y funciona ... Ya tengo tres personas que me siguen. Son dos policías y un psiquiatra". 

No obviaré que las redes sociales tienen su lado oscuro, el que las transforma en insociables e insaciables. 

Pudiera decirse que la conocida frase de Marshall McLuhan: "El medio es el mensaje", se ha transformado en "el miedo es el mensaje" para quienes siguen los tuits entrecruzados entre Donald Trump y Kim Jong-un. 

O también que ya no funciona en las redes el "boca a oído", sino el "boca a odio". Caso de los trolls que no respetan lo más sagrado, sea lo que sea ello. 

Pero no podemos negar el conocimiento instantáneo, urbi et orbi, que proporcionan las nuevas tecnologías de la comunicación. Dos ejemplos, que han gozado de enorme repercusión a través de un medio tradicional. El País titulaba la siguiente noticia con la misma relevancia que las tribulaciones de Puigdemont en Bruselas: "Selena Gomez privatiza su Instagram y ‘sólo’ 130 millones de personas pueden ver sus fotos". 

Sucedió el pasado 6 de diciembre. Once días más tarde, el mismo prestigioso rotativo-digital destacaba otra noticia que sin duda ha puesto el alma en vilo a centenares de miles de votantes, autonómicos y generales: "David Bustamante deja de seguir en Instagram a Paula Echevarría". 

Por último, si quieren comprobar lo que sienten por ustedes sus followers de FB, escriban este post en su muro: "Me han pegado un tiro en el vientre y me estoy desangrando". No imaginan la cantidad de "me gusta" que van a cosechar. 

A pesar de todo: ¡Feliz Navidad, Bon Nadal, Eguberri on!

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