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viernes, 23 de marzo de 2018

CABREADOS Y CABREADAS
























No crean que el sentimiento generalizado de cabreo es cosa de los años más recientes, al coincidir con fenómenos tan dolorosos como los desahucios, la desigualdad retributiva de las mujeres, la precariedad laboral, el desempleo, o las pensiones indignas. 

El rebote, en su dimensión política, comenzó a tomar cuerpo hace justo 25 años, cuando se inscribió el partido Ciudadanos Agobiados y Cabreados (CAC) en el Ministerio del Interior. 

Mandaba por entonces en ese departamento el socialista José Luis Corcuera, célebre por la puesta en práctica de la Ley de Seguridad Ciudadana, a la que el ingenio popular apodó Ley de la Patada en la Puerta.

Un cuarto de siglo después, Corcuera ha dado un portazo al PSOE, valga la redundancia. El homólogo del PP en el cargo es Juan Ignacio Zoido, quien tiene la ingrata tarea de gestionar otra Ley, también llamada de Seguridad Ciudadana, a la que de nuevo la clase dirigida ha rebautizado como Ley Mordaza

A este paso llamarán a la próxima LSG, Ley de la Bota Malaya. O algo por el estilo, en plan tortura. 

El CAC sigue en la brecha. Pero, no nos engañemos, continúa sin comerse un colín a efectos electorales. Pues bien, puede haber llegado el momento en que salga de su letargo. No confundirlo con Ciudadanos a secas, la formación donde la cúpula está tan nutrida de guapas y de guapos que parece fruto del casting para un desfile en Madrid Fashion Week.  

Podrá objetarse que los sesudos José Manuel Villegas y Juan Carlos Girauta no responden a los cánones de apostura implantados en Cs. Pero, siguiendo al filósofo Francis Bacon, "la belleza está en los ojos que miran".   

Como dice mi vecina Azucena, quien no se dedica precisamente a sus labores, “yo a esos dos les alegraba las pajarillas”. Es innegable el morbo que despiertan los intelectuales en las rubias ligeras de cascos. Y que no me demanden las feministas, también bastante exasperadas últimamente. 

¿De qué estaba escribiendo? Ah, sí. Dada la oportunidad histórica que, desde mi punto de vista, se presenta a Ciudadanos Agobiados y Cabreados, he intentado enriquecer esta crónica con sus dirigentes, su programa y sus reivindicaciones. Incluso me planteaba una entrevista en profundidad con su líder carismático, suponiendo que existiera. 

Cero patatero, que diría Aznar. He chocado con un muro virtual. Ni en Google, ni en Wikipedia, ni en Youtube, ni en Facebook, ni en Twitter, principales fuentes informativas del cortaypega, he obtenido la más mínima documentación. Ni un artículo, ni una noticia, ni un selfie frente al Parlamento que les niega acceso. El único hallazgo ha sido el logo del partido: un pato haciendo una peineta (pincha aquí para verlo). 

Un pato cabreado no es indicio suficiente para calibrar en qué medida esta agrupación podría aglutinar los intereses de millones de personas humanas denigradas: las mujeres, los estafados, los parados, los pensionistas, los inmigrantes… De todos los colectivos, en suma, que cada mañana se levantan con la sensación de que las autoridades y los poderes fácticos los están tomando a choteo.  

Colectivos que se manifiestan masivamente en concentraciones más o menos espontáneas, alzando la voz contra el atropello y portando pancartas donde califican al presidente del Gobierno de todo menos de bonito. 

Si CAC no espabila y se hace visible, nos exponemos a que vengan un listillo y una listilla y pongan en marcha Ciudadanos y Ciudadanas Agobiados y Agobiadas y Cabreados y Cabreadas. 

Sería insufrible semejante abuso de la conjunción copuladora. Perdón, copulativa.