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viernes, 12 de enero de 2018

ÉPICA Y LENTEJAS





























La de la Puerta del Sol quizás haya sido la única concentración de 2017 donde no se han producido discordancias sobre la cifra de asistentes, y donde las reivindicaciones políticas o sociales han sido inexistentes

En las exuberantes fiestas navideñas —las más loca sin duda es Nochevieja, donde todo el mundo ríe a carcajadas sin motivo aparente— se hacen extrañas amistades. En mi caso no ha sido diferente. 
La última noche del año 2017 me encontraba yo en la Puerta del Sol madrileña integrado en el selecto grupo de 20.000 personas a quienes habían infiltrado los cuerpos y fuerzas de seguridad tras minucioso cacheo en sus partes nobles. 

Para los amantes de la estadística, éramos dos seres humanos y la mitad de otro por metro cuadrado, con un total de 240.000 granos de uva entre las manos. Acerca de los matasuegras, gorros variopintos y botellones de plástico con calimocho, no tengo datos fiables. 

Quizás haya sido la única concentración de 2017 donde no se han producido discordancias sobre la cifra de asistentes, y donde las reivindicaciones políticas o sociales han sido inexistentes. Única excepción, el gigantesco árbol de Navidad con luces amarillas se malinterpretó, por algunos grupos minoritarios, como una llamada simbólica a la excarcelación de los Jordis

Temiendo su quema por ultraderechistas exaltados, la Policía deshizo el equívoco con mensajes insistentes por megafonía: "El abeto está patrocinado por Coca-Cola y no tiene connotaciones separatistas. Hagan el favor de dejarlo en paz". 

Por cierto, ¿para cuándo una versión cinematográfica del Quijote, protagonizada por Cuixart y Sánchez? Responden, respectiva y perfectamente, a las fisonomías del caballero y de su escudero. Proyectada la película en versiones catalana y castellana contribuiría a superar los enfrentamientos familiares que han asolado las típicas comidas y cenas de las pasadas fechas, a veces de manera irreversible. 

A lo que iba. Pegado a la media persona que nos correspondía como media aritmética en nuestro metro cuadrado, reconocí a un conocido vidente en evidente (valga la redundancia) estado de embriaguez. No pude por menos que consultarle sobre los acontecimientos previsibles en Catalunya durante 2018. Aseguran que los borrachos siempre dicen la verdad. 

El médium desinfló su barriga, extrayendo del abrigo una pelota fluorescente de policarbonato, en lugar de la típica bola de cristal prohibida por las autoridades municipales para evitar atentados. 
—Vamos a entrar en otro año —respondió con voz sepulcral— entre la épica y las lentejas. Marianistas y carlistas se lanzarán los principios democráticos a la yugular, en una hecatombe de tuits. Está a punto de estallar una moderna Guerra de Sucesión, aunque soterrada, entre oriolistas y carlistas.
Los tercios de Flandes invadirán Bélgica a bordo de la nave PikolínTabarnia y Gelleidia iniciarán un conflicto judicial, reclamando cada una de las partes la denominación de origen de los calçots
Finalmente, las cosas se apaciguarán. Ya lo profetizó William Shakespeare en 1600: “Mucho ruido y pocas nueces”. Quien por cierto era catalán, nacido en L´Hospitalet de Llobregat.  Su nombre auténtico era Guillem Agitalallança. Al igual que Miguel de Cervantes se llamaba en realidad Joan Miquel Servent, natural de Xixona. 

Tardé unos minutos en procesar semejante volumen de información. 
—Le veo a usted más en plan Nostradamus que Rappel —repuse—. He conseguido descifrar cada uno de sus presagios. ¿Pero qué sentido tienen las lentejas en este contexto? 


—Será el nuevo eslogan del Partido Popular: “Si tienes pan y lentejas para qué te quejas”. Rajoy recuperará la ilusión de los votantes, y ganará las próximas elecciones por mayoría absoluta. 
Me dijo, antes de desaparecer engullido por la multitud vociferante.

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