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viernes, 15 de septiembre de 2017

EQUIDISTANCIAS

















Tengo más respuestas para esquivar otros atolladeros. Una de ellas se refiere a los admirados Mossos d´Esquadra y al odiado Felipe V: “¿A qué no sabéis cuándo se crearon los mossos? Nada menos que a principios del siglo XVIII, mediante un Real Decreto firmado por Felipe V. Su objetivo, cargarse a los bandoleros y, de paso, a los partidarios del derrotado Archiduque Carlos”.

Sí o no. Blanco o negro. Café o sacarina. En tiempos de confrontación política, como los que disfrutamos actualmente, no se permiten medias tintas. Se rompen parejas hetero y homo por causas ideológicas, se quiebran amistades que parecían pétreas, los hijos abandonan el nido materno y se independizan. Bueno, esto último no es del todo cierto. 

 Sí es una realidad que crecen las posturas radicales. “¿Estás a favor o en contra? Defínete de una vez o te arranco la cabeza”. Este estilo de debate sin rodeos se produce cada vez más al final de las sobremesas, cuando el vino de tetrabrik y la copa de digestivo nublan las conciencias. Antaño las sobremesas eran más breves y menos intensas. 

Tal vez consecuencia de la represión educacional y de las ganas de volver a casa para no seguir soportando a estos tipos que el azar te ha infligido como familiares.  Yo, sea por cobardía intelectual o porque mi profesión frustrada ha sido la de templador de gaitas, soy ferviente partidario de que nunca llegue la sangre al suelo.  

Un homicidio doméstico, aunque se haya producido con la eximente del fervor patriótico, provoca desgarros irrecuperables. Desde hace unos años, cuando me ducho, tarareo obsesivamente esta cancioncilla: 

Más allá de tus labios 
Del sol y las estrellas 
Contigo en la equidistancia 
Amadas mías, estoy 

 Que cada cual interprete si con mis amadas me refiero subliminalmente a España, Cataluña, la derecha, la izquierda, la eutanasia o la agonía asistida. El bolero es útil para para equilibrar cualquier asunto conflictivo que inunde Twitter. Incurriendo en presuntos delitos de odio que habrán de ventilar los tribunales.  

 Sin ir más lejos, el pasado fin de semana me veo envuelto en una sobremesa donde coinciden sendos cuñados con sensibilidades divergentes sobre el derecho a decidir. Al unísono, las cejas enarcadas, las venas estallando en sus sienes y el tono avasallador, me acorralan con la amenaza más temible. 

—¿Qué opinas de la Diada? Y no se te ocurra salirte por la tangente, o te arrancamos la cabeza. No tengo otro remedio que acudir a un subterfugio cultural. La posibilidad de perder la azotea a cuatro manos, aunque sea en sentido figurado y cuando los trasplantes de   mollera están en fase experimental, consigue que mi mente supere la modorra digestiva. Por otra parte, me había preparado para la encerrona memorizando algunos párrafos encontrados en Google. 

Recito en cascada, disimulando mi pavor. 

 —El filósofo alemán Georg Simmel definió la díada como el conjunto formado por dos amigos íntimos o una pareja sentimental. Las interacciones sociales son más intensas en comparación a lo que sucede en los grupos con más integrantes. En contrapartida son más inestables y precarios que los grupos más numerosos, ya que mantener viva una relación de dos necesita del esfuerzo de ambos componentes. 

Aprovecho que rumian perplejos el sentido de mi respuesta, para excusarme con un repentino dolor de muelas y salir de estampida.  

Tengo más respuestas para esquivar otros atolladeros. Una de ellas, que podría calificarse como de consenso histórico, se refiere a los admirados Mossos d´Esquadra y al odiado Felipe V, origen de todos los males identitarios. Hela aquí. 

 “¿A qué no sabéis cuándo se crearon los mossos? Nada menos que a principios del siglo XVIII, mediante un Real Decreto firmado por Felipe V. Su objetivo, cargarse a los bandoleros y, de paso, a los partidarios del derrotado Archiduque Carlos”. 

 Mientras ojean febrilmente sus smartphones para rebatir mi argumento, me despido a la francesa. O a la austriaca. Debo mantener mi equidistancia a toda costa.

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