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viernes, 13 de octubre de 2017

SIEMPRE NOS QUEDARÁ COFIDIS























—Vamos a centrarnos en lo inmediato. ¿Cómo solucionamos la deserción de nuestros bancos de toda la vida?

—No hay problema. Aunque se vayan todos, siempre nos quedará Cofidis.
—¿Tú crees que podrán asumir toda la financiación?
—Estoy seguro.
—¿Tan seguro como que los demás se iban a quedar? 

Mi sobrina, la que trabaja como becaria en el Centro Internacional de Inteligencia, me ha entregado a mano, y mirando con recelo a mi asistenta, un pendrive. Contiene una grabación realizada el día posterior a la declaración ininteligible de independencia. Ya saben a cuál me refiero. Mi sobrina lo ha encontrado en la papelera de un despacho del CNI, seguramente arrojado por descuido junto a restos de comida china a domicilio.

He tenido que acceder al archivo a base martillazos. Mi nivel de informática es similar a la de los fontaneros de Génova (sede del Partido Popular, para quienes sean de fuera).

Contiene una conversación entre dos hombres con fuerte acento catalán. Con el fin de preservar sus identidades llamaré a los interlocutores Lennon y Delon. Ofrezco seguidamente una síntesis de la conversación. La traduzco para hispanohablantes a secas. 

—¿Y ahora qué? —pregunta Lennon, con síntomas de afonía.

—Ahora, la independencia —responde Delon.

—¿Y después de la independencia?

—La independencia, naturalmente. Tal vez el martirio como ofrenda al pueblo.

—Después de aguantar tanto tiempo a la CUP, cualquier tortura será una bendición. Tendríamos que encargar ya las estatuas. ¿Nos hacemos una juntos?

—Mejor por separado. Prefiero que la mía esté aquí, en la Plaza de la Ciudadela. Ecuestre si puede ser.

—Tengo un amigo de confianza que la esculpirá estilo siglo XVIII. Yo elijo la Plaza de la Constitución, en Girona… quiero decir la Plaza de la República Catalana. Tenemos que cambiar el nombre.

—¿También ecuestre?

—Si puedo elegir… siempre he soñado con estar al volante de un coche de alta gama, fabricado por SCAT, la Sociedad Catalana de Automóviles de Turismo.

—No existe esa empresa. Y, perdona, la traducción del inglés suena bastante mal.

—Pues quitamos Turismo, le encantará a la CUP. Vamos a centrarnos en lo inmediato. ¿Cómo solucionamos la deserción de nuestros bancos de toda la vida?

—No hay problema. Aunque se vayan todos, siempre nos quedará Cofidis.

—¿Tú crees que podrán asumir toda la financiación?

—Estoy seguro.

—¿Tan seguro como que los demás se iban a quedar? ¿No me afirmaste que te habías doctorado en Historia de la Economía?

—Sí, pero mi tesis se refería al período entre 1520 y 1630. Entonces no había globalización.

Touché. ¿Qué ventajas tiene Cofidis?

—Que te dan los préstamos sin comisión de apertura, sin aval y con respuesta inmediata. Que tienen la sede en Barcelona. Que han montado delegación en nuestra hermana Eslovenia… ¿Te parece suficiente?

—Muy positivo. ¿Pondrías la mano en el fuego por su permanencia?

—¿Qué harías tú si te quedaras con todo el mercado financiero de uno de los países más ricos de Europa como es el nuestro? ¿Te irías, renunciando a multiplicar por 1.000 los 611 millones de euros que concedieron en Cataluña el año pasado?

—Solucionada la financiación, me preocupa la frasecita de un tal Josep Fontana: “No hay independencia sin guerra de independencia”.

—Nada original. Mi abuelo decía: “Donde no hay sangre, no se hacen butifarras”.

—Una verdad como la Sagrada Familia. ¿Qué te parece si nos tomamos un par de ellas a la llauna con una botella del Priorat? Paga el Govern.

—Encantado, un día histórico es un día histórico. Aprovechamos para ir diseñando en unas servilletas el nuevo Estado. Que nos quedan quince días y nos va a pillar el toro.
—Déjate de expresiones españolistas. Todo está atado y bien atado.

—¿Españolistas? ¡Pues anda que tú!


—Consecuencias de cuatro siglos sometidos al yugo de Madrid. 

—En cualquier caso, llama antes a Cofidis. No se nos vaya a indigestar el almuerzo.

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