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viernes, 8 de diciembre de 2017

¿QUÉ HACEMOS CON LOS "JUBILATAS"?
































No negaré que Fátima Báñez está disminuyendo el paro al conseguir que un trabajador se ocupe de lo que antes hacían tres, y cobrando menos que los cuatro juntos. Pero la considero, y que no se me ofenda, muy flácida en cuanto a su labor contra las jubilaciones

Metidos hasta las cachas en la cansina reivindicación de la ¡inde-inde-independència!, no estamos afrontando como debiéramos un problema que no admite más dilaciones: la insaciable tendencia de los españoles (de momento incluyo a los catalanes) a hacerse mayores. Y a vivir a costa del Estado con pensiones insostenibles. 

Fue un prócer catalán, Francesc Cambó (¡aquellos tiempos del seny!), quien escribió: «Hay dos maneras seguras de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable». Pues eso. 

Si los casi 6 millones de jubilatas que aumentan sin cesar pretenden seguir viviendo de la teta pública, este país se convertirá en un infierno. Donde trabajadores precarios que no llegan a fin de mes matarán de hambre a sus progenitores.

La ministra de Empleo y Seguridad Social no se ha atrevido a afrontar el asunto. No negaré que Fátima Báñez está disminuyendo el paro al conseguir que un trabajador se ocupe de lo que antes hacían tres, y cobrando menos que los cuatro juntos. Pero la considero, y que no se me ofenda, muy flácida en cuanto a su labor contra las jubilaciones. La segunda (metedura de) pata de su departamento.

Pretender que suscribamos planes de pensiones privados para paliar un coste de 140.000 millones de euros, es no estar en la realidad. Haría peligrar una ancianidad sosegada frente a las tempestades financieras. 

A mi abuelastro Matías le pilló la fase depresiva en los mercados, cuando fue a liquidar su fondo en octubre de 2008. Le quedó un saldo para celebrar su retiro invitando a los nietos a un cine con palomitas. Lo niños lo pasamos enorme, pero el abuelastro murió en plena proyección cuando un trozo de maíz se le fue por la faringe.

La autopsia no aclaró si se había suicidado. En cualquier caso, contribuyó a reducir las prestaciones públicas en su modesta medida.

Con este ejemplo no pretendo sugerir (del todo) soluciones eutanásicas. Vamos a contemplarlo desde un punto de vista técnico. Me basaré en las estadísticas oficiales. Habremos de prever que este gobierno, o el próximo, tenga que enfrentarse al rescate de nuevos bancos en quiebra. La estabilidad del sistema requiere disponer de fondos suficientes, sustrayéndolos a la voracidad de las clases pasivas. 

Ya el calificativo pasivas define a gente no productiva ni influyente en su inmensa mayoría. Cuando se ponen a vender tupperwares no solo lo hacen en negro. También hurtan una salida a jóvenes en busca de primer empleo. Mal ejemplo en la familia y origen de un posible conflicto generacional.

En las posibles medidas de recorte habría que exceptuar a los pensionistas que cobran más de 1.500 euros mensuales. Suponen tan solo 1.360.971 personas y son imprescindibles para mantener el consumo e incluso la inversión en activos más o menos tóxicos, convencidos por su director de sucursal. 

El impacto sobre los cruceros low cost y sobre el auge de Benidorm, de no mantenerse su estatus, son sólo dos muestras de quebrantos con efecto dominó.

Dentro de este segmento, el insignificante número de 325.847 españoles percibe más de 2.500 euros al mes. Aparte de que representan el chocolate del loro, encontraremos entre ellos a ex altos cargos y otros exdignatarios que pondrían justamente el grito en el cielo: “¡Así nos agradeces, Mariano, los servicios prestados a la consolidación democrática!”. Mejor no tocarlos.

No voy a desvelar aquí mis propuestas con prólogo de la Virgen de Fátima, digo del Rocío. Si el Gobierno de la Nación desea aplicarlas, que me ponga un whatssap y hablamos de las condiciones de pago. 

Otro día me ocuparé de las viudas, que también tienen delito.

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